jueves, 30 de agosto de 2012

La insolación


Los perros pueden ver a la muerte, cuando llega en busca de alguien. Lo que se da cómo un leyenda urbana aquí se muestra como realidad
El lugar en que se produce es  Misiones, en el Noroeste argentino, Un establecimiento de campo y su dueño, míster Jones, un inglés instalado en esa tierra caliente y de mucho trabajo. En el lugar, al amparo de su dueño, hay varios perros.
Una mañana, uno de ellos, el más joven, cree percibir la presencia de míster Jones. Viendo la figura de su patrón, lo hace saber a los otros perros. Éstos, sobresaltados, lo espantan, explicándole al pequeño que no era su amo si no mas que la misma muerte que aprese, y solo ellos lo pueden ver cuando viene a buscar a algún mortal Asustados y nerviosos, pasan el tiempo ladrando, en un intento de evitar que la muerte se adueñe de su amo. 
Hacia el mediodía, míster Jones va hasta el poblado por una necesidad. Vuelve a pié, cruzando el estero de juncos para ganar tiempo y camino. El sol, implacable, tostando la corteza del suelo, obliga a los hombres y animales a esconderse entre las sombras, para no sufrir de insolación. Caminar por las sombras y beber agua es impredecible.

Pero míster Jones avanzaba bajo el calor abrasador sin reparo ninguno. Los perros, a la distancia, lo ven caminar hacia la casa, el paso lento y forzado porlos juncos. De pronto notan la presencia, lejana aún, del otro míster Jones, el que trae consigo la muerte. Camina por el campo, no hacia la casa sino en línea recta al trayecto que describirá el patrón. No hay duda que en un punto lo interceptará. Ladran furiosos los perros, tratando de avisar del peligro. Es inútil: míster Jones sigue con firmeza su camino y, por fin, es alcanzado por el otro, que al toparlo se funde con él en uno solo. 
Míster Jones cae fulminado, mientras los perros no detienen sus vanos ladridos.
Pocos días después, un familiar procede a liquidar los bienes, vendiendo la tierra y sus instalaciones.
Los perros, abandonados, enfermos, se da los dan a los indios y deberán alimentarse robando maíz durante la noche en los campos ajenos. 


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